En la fase de representación llega la
inmovilidad del cuerpo, es decir, se para la emoción y el niño se
adentra en un nivel superior de simbolización. Para ello, el niño
usa materiales que le permiten retomar las imágenes mentales
construidas en la actividad motora y expresarlas por medio del dibujo
o de la construcción. Así, en esta fase “el niño deja de ser
actor para convertirse en espectador de sí mismo”. Durante esta
fase se estimula la creatividad del niño puesto que a partir del
dibujo, la construcción o la actividad plástica, parará el cuerpo
y estará concentrado, inmerso en su producción. Según la edad, se
pueden abrir diferentes espacios de representación, dejando así
libertad a los niños para escoger. Aun así, se debe procurar que
todos accedan a las diferentes opciones para que no se limiten en su
desarrollo.